La juventud como concepto sociológico es presentada en la literatura de los años sesenta como fenómeno social, de entonces a la fecha las formas de interpretación de sus expresiones se han hecho presentes en la literatura de corte científico social, al mismo tiempo que se promueven estereotipos de juventud.
A partir de la formulación del enfoque neotribal algunos investigadores de juventud como Costa et al. (1996) y Feixá (1997) se aproximan a nuevos fenómenos vinculados a la subjetividad de los jóvenes urbanos, constituyendo el concepto de tribu urbana más una mirada que una conceptualización taxonómica de la diversidad de grupos juveniles.
El concepto de “tribus urbanas” puesto en el contexto de la vida cotidiana es insuflado por el mercado de consumo a partir de un “kit” de identidad social para los jóvenes consumidores del momento y las sensaciones en una sociedad de las emisiones y los letargos emergentes, cuya condición principal es el ocio desinteresado de todo compromiso con su entorno.
Lo que llama la atención es la capacidad de movilización de estos grupos en todo el país identificados no sólo por su vestimenta sino también por los sitios que frecuentan y el lenguaje que despliegan en sus relaciones cotidianas, este aparente fenómeno espontaneo es en los hechos el producto de un modelo de promoción comercial de estereotipos de consumo en los que se busca orientar a la juventud mexicana, distrayendola de una guerra fraticida, encabezada por los capitales imperialistas, que diariamente derrumban a la nación.
La agilidad de la comunicación para perpetrar los enfrentamientos entre ambos grupos de jóvenes se ha dado a partir del uso del internet y los mensajes masivos por mail convocando a atacar a los “Emos” un mecanismo de distinción que ya en su momento fue usado en la propaganda Nazi antes de la II Guerra Mundial.
Los “conflictos” de las tribus urbanas se expresan en la simulación de un estereotipo prefabricado y acotada en el modelo de consumo cuyo origen impersonal no le permite objetivarse en el entorno inmediato o ser modificado por los actores que la promueven es un espacio ya predefinido.
“La cuestión es que nos hallamos en medio de una lógica de la simulación que no tiene ya nada que ver con una lógica de los hechos. La simulación se caracteriza por la precisión del modelo, de todos los modelos, sobre el más mínimo de los hechos, la presencia del modelo es anterior y su circulación orbital, como la de la bomba, constituye el verdadero campo magnético del suceso. Los hechos no tienen ya su propia trayectoria, sino que nacen en la intersección de los modelos y un solo hecho puede ser engendrado por todos los modelos a la vez” (Baudrillard, 2002)
El contexto social en el que surgen estos grupos de jóvenes no es de manera preponderante en la marginación; en no pocos casos, se trata de miembros de la clase media y alta con acceso a la educación universitaria y con fuentes de ingresos que les permite sostener un estilo de vida y de consumo.
Las “tribus” son entornos aislados de la sociedad que se relacionan a través de redes personales que interactúan con el estereotipo dominante en la música y la vestimenta de una tendencia mundial de la moda “alternativa” que les permite una distinción inmediata de la sociedad y la cultura dominante; la identificación con el estilo de consumo es a su vez un canal de expresión de la inconformidad.
Una metodología de análisis de las tribus urbanas por su condición de entornos de identificación son las redes personales, planteamiento sociológico que nos permite dar seguimiento a la interacción entre individuos que interactúan entre sí con base en identificaciones sociales.
Las tribus urbanas como expresión de la sociedad de consumo se presentan en el efímero esnobismo de quienes encuentran en identificaciones externas sus “razones” de afirmación en la sociedad, de ahí que sus principales seguidores se encuentren entre jóvenes que no alcanzan a contar con una opinión basada en la personalidad educada o la experiencia.
jueves, 3 de abril de 2008
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