La micropolítica de las escuelas ha recibido poca atención de teóricos e investigadores, ocupa poco espacio en las teorías de la organización, y menos todavía en las de gestión (Hoyle, 1986:125). Es un tema tabú en los debates serios, mientras que lo es de cotilleo en los encuentros informales, en los que se habla de «juego político», de «agendas ocultas», de «mafias organizativas» y de «maquiavelismo». Son temas que se abordan en la sala de profesores, en la cafetería y en los pasillos de la escuela, y, raramente, en un contexto más académico que propicie un análisis riguroso. Ello hace que se sepa poco de ese lado de la organización, que permanece oscuro.
Por otra parte, tal como ocurre en otros ámbitos de las teorías organizativas, la micropolítica no tiene bien establecido su campo de estudio. No existe una clara distinción entre el análisis de las organizaciones, la gestión y la micropolítica, y es objeto de estudio de una variedad de disciplinas: educación, psicología, antropología, sociología, economía, política... Quizás esta misma dispersión, esta variedad de enfoques desde los que se mira la vida cotidiana de las escuelas, ha impedido que emerja un enfoque interdisciplinar.
La perspectiva micropolítica representa un cambio respecto a los modelos estructuralistas (económicos y sociológicos) que destacan lo más formal y predictivo, enfatizando el orden en las escuelas. La micropolítica reconoce el valor que tiene el contexto organizativo en la redefinición de las dimensiones estructurales y normativas que se establecen sobre las escuelas. Esta perspectiva difiere también del modelo menos formal y descriptivo, «loosely coupled», defendido por los psicólogos sociales, que destacan el desorden en las escuelas. La perspectiva micropolítica plantea que el orden en las escuelas está siendo siempre negociado políticamente, y que por debajo de esa negociación hay una lógica interna (Bacharach y Mundell, 1993:427; Larson, 1997:315). El análisis micropolítico pone el acento en la dimensión política de la escuela, caracterizada en su interior por la presencia de intereses diferentes, por el intercambio, la influencia y el poder. Cada parte en la lucha intenta establecer la unanimidad alrededor de un sistema concreto de significado o lógica de acción. Para conocer la política educativa es primordial reconocer que las instituciones escolares son campos de lucha, que los conflictos que se producen son vistos como algo natural y no patológico, y que sirven para promover el cambio institucional, lo cual no significa que las escuelas presenten una situación de conflicto permanente1 .
Las escuelas son particularmente propicias a la actividad micropolítica por dos razones: porque, como ya hemos apuntado, son organizaciones débilmente articuladas, entre cuyos espacios o intersticios puede florecer mucha actividad, y porque las formas de legitimación compiten en la toma de decisiones. Esto último se debe a que la legitimidad formal del director es desafiada por formas profesionales y democráticas alternativas, que son especialmente válidas para las escuelas. Tal situación coloca a los directores ante el problema de equilibrar su responsabilidad con las expectativas de la colegialidad (Hoyle, 1986:148).
lunes, 14 de abril de 2008
jueves, 3 de abril de 2008
DIVERSIDAD
La juventud como concepto sociológico es presentada en la literatura de los años sesenta como fenómeno social, de entonces a la fecha las formas de interpretación de sus expresiones se han hecho presentes en la literatura de corte científico social, al mismo tiempo que se promueven estereotipos de juventud.
A partir de la formulación del enfoque neotribal algunos investigadores de juventud como Costa et al. (1996) y Feixá (1997) se aproximan a nuevos fenómenos vinculados a la subjetividad de los jóvenes urbanos, constituyendo el concepto de tribu urbana más una mirada que una conceptualización taxonómica de la diversidad de grupos juveniles.
El concepto de “tribus urbanas” puesto en el contexto de la vida cotidiana es insuflado por el mercado de consumo a partir de un “kit” de identidad social para los jóvenes consumidores del momento y las sensaciones en una sociedad de las emisiones y los letargos emergentes, cuya condición principal es el ocio desinteresado de todo compromiso con su entorno.
Lo que llama la atención es la capacidad de movilización de estos grupos en todo el país identificados no sólo por su vestimenta sino también por los sitios que frecuentan y el lenguaje que despliegan en sus relaciones cotidianas, este aparente fenómeno espontaneo es en los hechos el producto de un modelo de promoción comercial de estereotipos de consumo en los que se busca orientar a la juventud mexicana, distrayendola de una guerra fraticida, encabezada por los capitales imperialistas, que diariamente derrumban a la nación.
La agilidad de la comunicación para perpetrar los enfrentamientos entre ambos grupos de jóvenes se ha dado a partir del uso del internet y los mensajes masivos por mail convocando a atacar a los “Emos” un mecanismo de distinción que ya en su momento fue usado en la propaganda Nazi antes de la II Guerra Mundial.
Los “conflictos” de las tribus urbanas se expresan en la simulación de un estereotipo prefabricado y acotada en el modelo de consumo cuyo origen impersonal no le permite objetivarse en el entorno inmediato o ser modificado por los actores que la promueven es un espacio ya predefinido.
“La cuestión es que nos hallamos en medio de una lógica de la simulación que no tiene ya nada que ver con una lógica de los hechos. La simulación se caracteriza por la precisión del modelo, de todos los modelos, sobre el más mínimo de los hechos, la presencia del modelo es anterior y su circulación orbital, como la de la bomba, constituye el verdadero campo magnético del suceso. Los hechos no tienen ya su propia trayectoria, sino que nacen en la intersección de los modelos y un solo hecho puede ser engendrado por todos los modelos a la vez” (Baudrillard, 2002)
El contexto social en el que surgen estos grupos de jóvenes no es de manera preponderante en la marginación; en no pocos casos, se trata de miembros de la clase media y alta con acceso a la educación universitaria y con fuentes de ingresos que les permite sostener un estilo de vida y de consumo.
Las “tribus” son entornos aislados de la sociedad que se relacionan a través de redes personales que interactúan con el estereotipo dominante en la música y la vestimenta de una tendencia mundial de la moda “alternativa” que les permite una distinción inmediata de la sociedad y la cultura dominante; la identificación con el estilo de consumo es a su vez un canal de expresión de la inconformidad.
Una metodología de análisis de las tribus urbanas por su condición de entornos de identificación son las redes personales, planteamiento sociológico que nos permite dar seguimiento a la interacción entre individuos que interactúan entre sí con base en identificaciones sociales.
Las tribus urbanas como expresión de la sociedad de consumo se presentan en el efímero esnobismo de quienes encuentran en identificaciones externas sus “razones” de afirmación en la sociedad, de ahí que sus principales seguidores se encuentren entre jóvenes que no alcanzan a contar con una opinión basada en la personalidad educada o la experiencia.
A partir de la formulación del enfoque neotribal algunos investigadores de juventud como Costa et al. (1996) y Feixá (1997) se aproximan a nuevos fenómenos vinculados a la subjetividad de los jóvenes urbanos, constituyendo el concepto de tribu urbana más una mirada que una conceptualización taxonómica de la diversidad de grupos juveniles.
El concepto de “tribus urbanas” puesto en el contexto de la vida cotidiana es insuflado por el mercado de consumo a partir de un “kit” de identidad social para los jóvenes consumidores del momento y las sensaciones en una sociedad de las emisiones y los letargos emergentes, cuya condición principal es el ocio desinteresado de todo compromiso con su entorno.
Lo que llama la atención es la capacidad de movilización de estos grupos en todo el país identificados no sólo por su vestimenta sino también por los sitios que frecuentan y el lenguaje que despliegan en sus relaciones cotidianas, este aparente fenómeno espontaneo es en los hechos el producto de un modelo de promoción comercial de estereotipos de consumo en los que se busca orientar a la juventud mexicana, distrayendola de una guerra fraticida, encabezada por los capitales imperialistas, que diariamente derrumban a la nación.
La agilidad de la comunicación para perpetrar los enfrentamientos entre ambos grupos de jóvenes se ha dado a partir del uso del internet y los mensajes masivos por mail convocando a atacar a los “Emos” un mecanismo de distinción que ya en su momento fue usado en la propaganda Nazi antes de la II Guerra Mundial.
Los “conflictos” de las tribus urbanas se expresan en la simulación de un estereotipo prefabricado y acotada en el modelo de consumo cuyo origen impersonal no le permite objetivarse en el entorno inmediato o ser modificado por los actores que la promueven es un espacio ya predefinido.
“La cuestión es que nos hallamos en medio de una lógica de la simulación que no tiene ya nada que ver con una lógica de los hechos. La simulación se caracteriza por la precisión del modelo, de todos los modelos, sobre el más mínimo de los hechos, la presencia del modelo es anterior y su circulación orbital, como la de la bomba, constituye el verdadero campo magnético del suceso. Los hechos no tienen ya su propia trayectoria, sino que nacen en la intersección de los modelos y un solo hecho puede ser engendrado por todos los modelos a la vez” (Baudrillard, 2002)
El contexto social en el que surgen estos grupos de jóvenes no es de manera preponderante en la marginación; en no pocos casos, se trata de miembros de la clase media y alta con acceso a la educación universitaria y con fuentes de ingresos que les permite sostener un estilo de vida y de consumo.
Las “tribus” son entornos aislados de la sociedad que se relacionan a través de redes personales que interactúan con el estereotipo dominante en la música y la vestimenta de una tendencia mundial de la moda “alternativa” que les permite una distinción inmediata de la sociedad y la cultura dominante; la identificación con el estilo de consumo es a su vez un canal de expresión de la inconformidad.
Una metodología de análisis de las tribus urbanas por su condición de entornos de identificación son las redes personales, planteamiento sociológico que nos permite dar seguimiento a la interacción entre individuos que interactúan entre sí con base en identificaciones sociales.
Las tribus urbanas como expresión de la sociedad de consumo se presentan en el efímero esnobismo de quienes encuentran en identificaciones externas sus “razones” de afirmación en la sociedad, de ahí que sus principales seguidores se encuentren entre jóvenes que no alcanzan a contar con una opinión basada en la personalidad educada o la experiencia.
IDENTIDAD
"La búsqueda de la identidad"
Comenzaremos analizando el término identidad. La búsqueda de la identidad es una tarea de la adolescencia. Es poder lograr una sensación de continuidad en el tiempo, de ser la misma persona a pesar de los cambios físicos, emocionales, psicológicos y medioambientales que se van experimentando durante el desarrollo, y que permite la diferenciación de los demás.
El adolescente debe gradualmente encontrar su camino, saber quién es, cómo es y qué quiere hacer, pero no sabe cómo. Por eso hace ensayos que en ocasiones pueden ser mal vistos por la familia y la sociedad. Y a los adultos se nos olvida que estos ensayos son necesarios para que consolide su identidad.
En esta búsqueda aparecen, de manera inconsciente, muchas preguntas importantes de la vida que lo impulsan a buscar nuevas alternativas: ¿por qué soy como soy?, ¿cuál ha sido mi experiencia?, ¿qué quiero preservar de mi historia?, ¿en qué me parezco a mis padres? y de eso qué tengo en común con ellos, ¿qué es lo que realmente quiero conservar?, ¿cómo pienso?, ¿cómo siento?, ¿cuándo lo siento cómo lo acepto?, ¿cuál es mi tendencia sexual?, ¿qué me atrae de los otros y cómo manejo la atracción que los otros ejercen sobre mí?, etc.
El adolescente siente la necesidad de estar menos tiempo con sus padres, esto le va permitiendo de manera gradual separarse psicológicamente de ellos y establecer nuevas relaciones, principalmente con otros de su edad. Esto es parte del desarrollo y como padres no debemos impedirlo, sin embargo, no implica de ningún modo que “viva su vida y haga su voluntad”; de igual forma deben haber instancias previamente acordadas de participación familiar y exigir que estas se cumplan aunque con un poco más de holgura que cuando eran niños.
Comenzaremos analizando el término identidad. La búsqueda de la identidad es una tarea de la adolescencia. Es poder lograr una sensación de continuidad en el tiempo, de ser la misma persona a pesar de los cambios físicos, emocionales, psicológicos y medioambientales que se van experimentando durante el desarrollo, y que permite la diferenciación de los demás.
El adolescente debe gradualmente encontrar su camino, saber quién es, cómo es y qué quiere hacer, pero no sabe cómo. Por eso hace ensayos que en ocasiones pueden ser mal vistos por la familia y la sociedad. Y a los adultos se nos olvida que estos ensayos son necesarios para que consolide su identidad.
En esta búsqueda aparecen, de manera inconsciente, muchas preguntas importantes de la vida que lo impulsan a buscar nuevas alternativas: ¿por qué soy como soy?, ¿cuál ha sido mi experiencia?, ¿qué quiero preservar de mi historia?, ¿en qué me parezco a mis padres? y de eso qué tengo en común con ellos, ¿qué es lo que realmente quiero conservar?, ¿cómo pienso?, ¿cómo siento?, ¿cuándo lo siento cómo lo acepto?, ¿cuál es mi tendencia sexual?, ¿qué me atrae de los otros y cómo manejo la atracción que los otros ejercen sobre mí?, etc.
El adolescente siente la necesidad de estar menos tiempo con sus padres, esto le va permitiendo de manera gradual separarse psicológicamente de ellos y establecer nuevas relaciones, principalmente con otros de su edad. Esto es parte del desarrollo y como padres no debemos impedirlo, sin embargo, no implica de ningún modo que “viva su vida y haga su voluntad”; de igual forma deben haber instancias previamente acordadas de participación familiar y exigir que estas se cumplan aunque con un poco más de holgura que cuando eran niños.
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